¿Me estoy muriendo?
En más de una ocasión se me ha hecho esa pregunta cuando sugiero que un cliente otorgue un testamento. En todos los casos he respondido que no. Pero sí he dado una explicación sobre mi sugerencia.
En el Ecuador no existe una tradición cultural que favorezca el otorgamiento de testamentos. Sin embargo, una vez que se vence el temor inicial sobre dar disposiciones para luego de la muerte, el testamento es una solución eficaz que en la mayor parte de los casos previene largos y complicados litigios.
En el testamento se puede disponer de los bienes con absoluta precisión. El testador puede disponer uno a uno de sus bienes o también puede decidir la forma en la que se dividirá la herencia y los bienes. Cabe el reconocimiento de un hijo o la designación de tutores para los hijos menores de edad. En el testamento se puede decidir todo lo que se hará luego de los días del testador.
El testamento puede ser conocido y por lo tanto público cuando se lo otorga de manera abierta o también puede ser reservado cuando se lo entrega al notario en un sobre y es calificado como cerrado. Aún cuando en la actualidad resulta poco práctico, también se puede otorgar testamento en ciertos casos de emergencia y se los llama testamentos privilegiados.
En general el testamento se lo otorga ante un notario y tres o cinco testigos dependiendo si el testamento es abierto o cerrado. También puede darse la última voluntad a través de un testamento abierto simplemente ante cinco testigos.
En todo caso, este instrumento es una práctica solución para evitar los conflictos luego de la muerte de una persona por ello recomiendo su otorgamiento.