
Democracia versus Demagogia, peligroso engaño.
Desde hace algunos años, con el propósito de liberar mi sistema de las frustraciones propias de la existencia humana, que en muchos órdenes de la vida percibo que son comunes a todos los seres humanos, las resumo a ideas concretas que en veces las expreso por escrito a manera de catarsis.
Rara vez las comparto pues no son más que eso, mi catarsis. Sin embargo, las que a continuación expreso, las comparto aquí con todos los que quieran leerlas pues, como atañen a nuestra contemporánea vida en común, podrían inducir a muchas personas a producir muchas y muy valiosas reflexiones. Esta es mi intención.
Angustia permanente mi ser el recibir todos los días tantas noticias catastróficas. Y no me refiero solamente a los tsunamis, ni a los huracanes y tifones, ni a los terremotos. Ni siquiera a los accidentes de aviación ni a los actos de terrorismos actualmente tan comunes. Me refiero a la engañosa y errónea creencia que aún tienen las sociedades humanas de que están organizadas en democracia.
El concepto griego de ella, es decir el gobierno del pueblo por el pueblo, nunca ha sido totalmente cierto en la praxis. aun ahora, en los albores del tercer milenio.
Y es que tras tan atractiva palabra se ha escondido siempre, y mucho mas ahora, una gran falacia. El pueblo nunca se ha gobernado a si mismo, salvo en contadas ocasiones. Lo que ha ocurrido y ocurre es más bien que en nombre de la democracia se han establecido en el mundo variadas formas de despotismo de unos pocos en perjuicio de la mayoría de los seres humanos.
Para ello muchos han diseñado, con el mayor cinismo, refinadas formas de legitimar el abuso de pocos individuos bajo los membretes de democracia y de elecciones democráticas. No creo que, en total honestidad, se pueda demostrar que gobierno alguno, de nación alguna, haya sido el resultado de la elección libre y conciente de todo un pueblo y, por ende, haya sido una verdadera democracia. Yendo a sus raíces, siempre se encontrará engaño, manipulación, desilusión e ignorancia de variadas intensidades.
Más aún en mí querido Ecuador. Aquí, independientemente de fraudes, paquetazos, segundas vueltas, y leyes de partidos políticos, lo que ha habido es demagogia, tanto en la promoción y elección de gobernantes como en el ineficiente e ilegítimo ejercicio del poder estatal, usurpador de los más básicos derechos ciudadanos. Demagogia en la elección de gobernantes y demagogia en la burocracia que nos sojuzga sin misericordia.
El protagonismo de los políticos es esencial para su ego y en muchos casos para su casi vitalicia presencia y manipulación de la economía nacional. No importan el escándalo, la mentira, el abuso de atribuciones y el saqueo de fondos públicos. Lejos estamos de tener verdaderos servidores de la sociedad que en sus funciones públicas contribuyan al bienestar ciudadano, en lugar de aprovecharse de la sociedad para su propio bienestar. Lejos estamos de tener gobiernos casi anónimos y aún así eficientes como el de Suiza, en donde el presidente de turno no está en funciones por más de un año y en donde se consulta a los ciudadanos a menudo tanto sobre tópicos serios y trascendentes como en los triviales.
En un plano más global – término tan en boga en estos días para referirse a todo el mundo – ¿de qué democracia se puede hablar cuando gobernantes corporaciones de los países más poderosos deciden sobre el destino de todos los seres humanos, quienes nunca somos consultados para nada? ¿Acaso no se pregona la igualdad entre todos los seres humano y se habla de derechos humanos, mientras en ciertas naciones que gozan de mucha libertad se acumula toda la riqueza del mundo y que la gran mayoría de pueblos sufre de hambre inmisericordemente, precisamente por falta de libertad?
Yo soy orgulloso de ser ecuatoriano y creo firmemente que tengo el derecho natural de gozar de los bienes terrenales que pueda adquirir legítimamente. Pero ¿se me facilita ello con la imposición de visas para moverme? ¿Se me facilita ello con la injusta sospecha de que yo soy el malo y los buenos son los gobernantes de turno y sus agentes fiscales, o los policías y sistemas de espionaje del mundo entero que nos requisan con dudosos fines? Ciertamente que no. ¿Entonces de que democracia se habla? ¿No es acaso todo esto, una expresión internacionalizada de la demagogia?
Los recursos que a boca llena los burócratas ecuatorianos dicen que es del pueblo yo no los he recibido nunca en la parte que legítimamente debería corresponderme. Ni en forma de buena infraestructura, ni de buenos servicios públicos, ni de reducción de impuestos como debería ser. Demagogia, burocracia. Nada de democracia.
El progreso que vemos un nuestro país es fruto casi exclusivo del esfuerzo de sus ciudadanos. Los gobiernos de siempre no han contribuido a ello ni brindando las mejores seguridades físicas, ni creando las condiciones macroeconómicas básicas, ni precautelando la independiente y recta seguridad jurídica que deberían ser su única razón de ser. Los ejemplos sobran: caída de bancos, macro devaluaciones, asaltos y asesinatos a diario que quedan en la impunidad, constituciones rotas o manipuladas descaradamente, cortes y tribunales liquidados o corruptamente manoseados, enriquecimiento obsceno de los gobernantes y sus secuaces
Siempre que me asaltan frustraciones como las antes expresadas, las preguntas que espontáneamente vienen a mi mente son: ¿Existe una mejor forma de convivencia humana que la tenemos actualmente? ¿Es indispensable que suframos diariamente todas las deficiencias impuestas por la demagogia y por la burocracia? ¿Es conveniente que sigamos llamando a la demagogia, democracia y la ensalcemos sin medida? ¿Serán apropiadas la “guerras justicieras” de los imperios poderosos y las “redenciones sociales” de los obtusos izquierdosos?
¿Será necesario ejercer con aún más fuerza los gobiernos demagógicos para que los “ingobernables pueblos” entren al orden? Léase: ¿sean más sumisos a la burocracia?
¿O será que tenemos que rescatar al fin la majestad del individuo de la raza humana, parte del Universo y cuya vida es la permanente expresión del amor incondicional de la Existencia Eterna que la permitió existir con independencia? Y, … ¿cómo hacerlo?
Ciertamente no será con más falacias, ni con más demagogia, ni con mas burocracia, ni con más guerras santas, ni con más redentores mentirosos y falsos, ni con violencia terrorista.
Pienso que solo podremos cambiar la actual realidad, por medio de la expansión de nuestra propia consciencia que nos permita adentrarnos en el misterio mismo de la vida y acceder al Bien Supremo que, aún cuando este todavía en embrión esperando convertirse en nuestro Bien Común , y que silenciosamente habita dentro de cada uno de nosotros: jóvenes y viejos, ricos y pobres, poderosos y desvalidos, cultos e incultos, habitantes del primer mundo y del último, limpios y sucios, “aristócratas y “longos”, blancos y negros, y amarillos y mulatos y mestizos y hombres y mujeres y cualquier clase de opción entre ellos.
La expansión de la consciencia, la meditación, el amor incondicional son temas y caminos redentores del hombre, cuya consecución me tienen alerta siempre y son los que afianzan mi confianza en que el futuro brillante e iluminado del ser humano debería está cerca, y, sin que importe que yo llegue a verlo, me sosiega la esperanza de que mis hijos, mis nietos, y los hijos y nietos de ellos puedan llegar a disfrutarlo.
CIVICO, AGB, mayo 1º, 2019
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